AYÚDEME Dr: -Por qué sudo a mares?


Ayúdeme doctor…

Por qué sudo a mares…?

Uno de las respuestas comunes de la ansiedad, es el aumento de los ritmos -cardíaco y respiratorio-

-La finalidad de la activación de alerta es preparar al organismo para una respuesta inmediata de ataque o huida, que en la evolución de nuestro organismo han sido fundamentales para la sobrevivencia en las situaciones de peligro, o para prepararnos adecuadamente para acciones de alto rendimiento (cazar, resistir un sobreesfuerzo)-.

El mayor bombeo de sangre, la mayor oxigenación y consumo de energía traen como resultado un aumento de calor y el fenómeno de la sudoración, tanto como sistema regulador del exceso de temperatura -ventilador- como respuesta que acompaña a las respuestas mismas de ansiedad -por ejemplo al tener las manos frías y sudorosas -.

-El perfil de una persona capaz de producir notables cantidades de calor-, y por ello mismo necesitar mayor ventilación mediante el sudor es: -sobrepeso y acumulación de grasas, alta disponibilidad de combustible rápido y persona que activa en exceso su sistema nervioso-: se puede acumular por ejemplo un esfuerzo físico de correr para coger el tren con la angustia intensa por perderlo.

La ansiedad nos prepara para correr, gritar, pelearnos y realizar intensos esfuerzos. En el caso de que no hagamos nada mas que estar en estado de alerta, notaremos que nuestro ritmo cardíaco ha aumentado, que oxigenamos más, que nos estamos activando, observaremos que nos hallamos en estado de tensión, con una fuerza muscular. Todo este acopio de preparación puede ser totalmente ineficaz si lo que hacemos es simplemente esperar en la cola de un cine sin saber si nos vamos a encontrar sin entradas después de un buen rato esperando. -Tanto calor, tanto -sudar la gota gorda-, ¿para qué?-.

Efectivamente en esta situación sería mejor tomarnos las cosas con calma, porque de ese modo nos ahorraríamos un gasto superfluo, incómodo y desagradable de energías.

-También nos podemos encontrar en otra situación diferente-: estamos realizando ya alguna acción como correr, gritar, movernos, realizar esfuerzos, pero eso no quiere decir que el ajuste del gasto energético y el control emocional de la tarea vayan en armonía perfecta. A menudo sucede que mientras que estamos haciendo algo evaluamos la marcha del asunto, analizando como va hasta ese momento, si se ajusta a los planes y objetivos previstos, si se avecinan dificultades, si el ritmo y tiempo empleados son los ideales según nuestros cálculos o si nos parece que al final no seremos capaces de alcanzarlo porque no estamos seguros o confiados. -Todo este conjunto de evaluaciones crean la parte emocional del desempeño, de la acción física supervisada por el ojo atento del cerebro-.

Bajo el punto de vista de un observador externo la forma de caminar por la calle de dos personas pueden tener pocos matices diferentes (parece que vayan a la misma velocidad, y por consiguiente gastando la misma energía), pero en su fuero interno una persona puede estar preocupada por lo que le espera y la otra alegre-, -una puede estar sudando por el exceso de ansiedad además de por caminar y la otra no suda porque su alegría hace que ajuste gasto energético y esfuerzo físico de una forma perfecta-.

-Hacer las cosas con una angustia paralela-, activa nuestro organismo de una forma mayor de la necesaria, lo cual además de producir más calor, también puede producir despistes, golpes, ineficacias, y torpezas que todos solemos cometer en la circunstancia de estar alterados por el exceso de nerviosismo.

-Podríamos pensar que angustiados o no-, cuando acabamos de hacer algo ya debería parar nuestro organismo de producir energía y calmarse inmediatamente. La realidad nos muestra que el tiempo para calmarse tiene sus propias condiciones y necesidades:

  • Primero de duración (uno no se tranquiliza en un milisegundo sino que debe esperar a que las hormonas actúen para frenar las respuestas  que la ansiedad activa a medio plazo para resistir una situación de  estrés).

  • Segundo de pasaje (hemos de pasar a otra acción diferente, porque  sin un objetivo concreto el sistema nervioso no se orienta ni produce cosas nuevas:Las emociones son pegadizas, inertes, pasivas, esperan la señal de retirarse por otra motivación)-.

  • Tercero la evaluación debe ser tranquilizadora (ya está todo controlado, va bien, se acabó) -en vez de seguir rumiando, (y si faltaran cabos sueltos…, y si no estuviera bien hecho…, y si me he precipitado al final…)-.

Las personas con tendencia a angustiarse tienen como una compulsión de pasar de un tema de angustia a otro distinto, para no parar nunca de agobiarse por algo.

Supongamos que una persona ha ido corriendo para coger un autobús que estaba a punto de escaparse, llega en el último segundo, encuentra un lugar libre, se sienta, ¿ya puede comenzar a serenarse para frenar inmediatamente la intensa producción energética.?

-Depende-: puede que mirar distraídamente por la ventanilla y sentirse contento por la hazaña ayuden a que el tiempo de recuperación del aliento y el ritmo respiratorio sosegado sean muy rápidos, para olvidarte de la angustiosa carrera..

-Pero puede que la persona vuelva sobre sí, se dedica a auto-observarse y además cometa el error de seguir  pensando… -mira que si no hubiera llegado a tiempo, qué imperdonable sería llegar tarde-, y si mi corazón me fallara por ir demasiado deprisa, y si no me pudiera tranquilizar y me diera un ataque de nervios, tuviera un desmayo que me obligara a bajar del autobús de forma desesperada, y esa gotita de sudor que noto en el sobaco podría mojarme la camisa azul y aparecer como un impresentable, esta frente y sienes mojadas, ¿no resultan antiestéticas y esas personas que me miran haciendo como que no me miran, están pensando que soy raro?-.

La preocupación desde luego
frena la recuperación, e impide que se de la respuesta natural.

Tal como se insinúa en estos ejemplos, -la persona puede hacer todo lo contrario- de lo que hacemos habitualmente para actuar de una forma natural y despreocupada, -generando con ello unas interferencias que multiplican las energías necesarias, pero luego se mira a si mismo con extrañeza, como diciéndose, Qué raro, sudo, mi corazón va a mil por hora, respiro de forma incómoda, ¿porqué me sucederá esto?.

El diagnóstico es: sucede algo anormal,
debo tener alguna enfermedad.

La misma sospecha de que algún mecanismo fisiológico puede producirnos una jugarreta y que nos encontremos de pronto en situaciones embarazosas que nos lleven a pasar humillaciones y vergüenzas, sólo el pensarlo, nos sofoca y produce calores, cosquilleos y no pone los pelos de punta.

Este es por cierto, el argumento principal de la persona que padece -ataques de pánico o fobias o crisis de angustia postraumáticas: ha tenido una vivencia desbordada que le ha llevado a acudir a un servicio de urgencias o que le ha hecho pensar en la agonía de la muerte-.

Las primeras veces que sucede, son decisivas para el curso que tendrá posteriormente el problema, y explican cómo se aprende o como se instaura un hábito indeseable.

En primer lugar está el fenómeno inicial: un comenzar a sudar a raudales. -¿Porqué ha sucedido?-
Probablemente intervengan una conjunto de factores que han tenido valor sumativo, unos físicos tales como la falta de ejercicio, la alimentación, el trajín y las complicaciones, las grasas acumuladas.

Otros son relativos a nuestra personalidad como -la tendencia a exigirnos mucho, la timidez, el exceso de preocupación por nuestra imagen y por los demás, las anticipaciones negativas-.

Otros factores han podido ser externos (la calefacción, el calor, la ventilación del lugar), y finalmente, ante la aparición de un sudor un poco más abundante: -la alarma por las manchas y la cantidad de sudor que de golpe descubrimos como excesivos, junto con los sentimientos de vergüenza y ansiedad que todo ello nos produce-.

Si todo esto le ocurriera a una persona que fuera a ser fusilada en un día caluroso nadie, ni el mismo protagonista, le daría mas importancia al sudor frente al hecho dramático de la muerte, pero como en nuestro caso se produce todo en una situación común -aunque fuera algo problemática-, aparece como incomprensible, aunque con seguridad no lo es, es decir, que si realmente no hay una enfermedad endocrina, lo que ha sucedido tenía que suceder de forma natural dadas todas y cada una de las circunstancias que concurrieron.

De entre el conjunto de factores que han producido al principio los sudores, unos permanecerán, otros desaparecerán -por ejemplo algunas circunstancias irrepetibles como una entrevista de trabajo o una pelea- otros aparecerán de nuevo o tendrán un desarrollo que al principio no tenían (por ejemplo la anticipación de las situaciones en las que nos parece que estamos expuestos), y finalmente tendrá el papel decisivo el aprendizaje, sin el cual sucesos, conocimientos y observaciones desaparecen de nuestra vida mental por el mero paso del tiempo.

Mejorar la capacidad de sudar es posible. -A una persona en un trance hipnótico le podemos sugerir que sude y suda aunque en la habitación el aire acondicionado congele. De la misma forma una constante y permanente sugestión de que uno va a sudar, esta sudando, no puede dejar de sudar, siempre sudará, … acaba de volvernos expertos sudadores-.

¿De qué forma es posible desandar lo andado? ¿Como podemos reaprender a ser normales y llegar a controlar el sudor?

La respuesta a estas preguntas requiere no una, sino un conjunto de medidas:

a) La regulación de la alimentación. Suprimir las grasas y alimentos que provean de hidratos de carbono excesivos: eso no quiere decir no comer ni un trocito de pan, tampoco hay que exagerar. La ingesta de líquidos NO es el problema, y es necesario consumir 1l. 1/2 o 2 l. diarios de líquidos. Podemos beber agua y sudaremos exactamente igual que si no la tomáramos, con la diferencia que empeoramos otros mecanismos metabólicos si nos empeñamos en no beber pensando que eso nos salvará de la situación.Por el contrario, no sudaremos si estamos tranquilos, aunque hayamos bebido un baso de agua quince minutos antes. No tenemos tanto un problema de metabolismo patológico como de una ansiedad que se dispara por el suspiro de un pensamiento-.

b) Hacer ejercicio físico de forma regular, porque las virtudes del ejercicio sobre nuestras capacidades de relajación y animación son muy interesantes y constructivas. Además nos ayuda a quemar energías sobrantes facilitando con ello que el mecanismo del sudor se frene. El hacer una actividad física o deportiva nos rompe la rutina introduciendo una agradable actividad que nos permite sudar con la sensación de que el sudor no es -rebelde- sino pacifico y -nos relacionamos bien con el sudor-.

c) Suprimir las conductas anticipatorias. El hecho de -prepararnos- con mucha anticipación crea en nosotros una -psicología de enfermos- en vez de normales, nos imaginamos sistemáticamente como débiles e impotentes, nos vemos a nosotros mismos sudando más que nunca y soportando las mayores angustias y vergüenzas.Sin darnos cuenta mentalizamos a nuestro cerebro de una forma muy fatalista que va a ocurrir que vamos a sudar-. En la medida de que encontremos un distractor con garra suficiente lograremos el control del pensamiento terrorista (que por ser precisamente terrorista es su misión resistirse todo lo que puede).

d) Suponiendo que logramos cada vez más no pensar mucho en lo que pasará para pasarlo lo mejor y más corto posible, queda saber cómo reaccionar a la primera percepción de humedad. Hemos de tener mucho cuidado con el sudor que aparece porque de nosotros depende de que desaparezca como un ola que se retira de la playa o que se convierta en una bola que se crece a pasos agigantados. La misma susceptibilidad y temor por la aparición del sudor hace que toda insinuación de humedad dispare la alerta de los bomberos… que no saben bien qué fuego es el que tienen que apagar. 

-Es importante este punto de cuando empezar a entrar en pánico-, hemos de rápidamente hacer algo que nos ayude a recuperar la calma, desde respirar sosegadamente y caminar con calma hasta fijarnos con mucho interés en las cosas externas y sobre todo, interrelacionar lo más posible con personas (saludando a unas, haciendo en el ascensor o en el pasillo comentarios simpáticos, curioseando y haciendo preguntas repentinas al primero con el que nos detenemos, centrarnos en el tema que llevamos entre manos recordando en qué consiste, de qué forma lo vamos a abordar, etc.).

e) Descentrar la atención puesta en el sudor. El observarse de una forma alarmada, la desesperada constatación de que una vez más el proceso del sudor se ha desencadenado -FACILITA- el que desconectemos del mundo externo -puede que no nos enteremos siquiera de lo que nos están hablando- y estemos pegados a las sensaciones de sudor, viéndolo crecer mientras crece, imaginando constantemente donde se encuentra la extensión y aumento un segundo después.

f) -Análisis del componente de vergüenza-. El sentimiento de estar avergonzados por tener una deficiencia -imperdonable- que la mirada de los demás descubrirán asqueándose de nosotros (cuando el sudoroso piensa esta parte del drama adivina las voces del personaje que le mira o le podría mirar y -escucha- frases como -¡suda como un cerdo!,  ¡es impresentable!,  ¡es penoso!- Como adelanto de ese causar asco aparece la vergüenza, como si nos reprochásemos -¡cómo te atreves a desear el beneplácito de los demás si no lo mereces!-. La vergüenza, como el sudor, puede aumentarse para provocar más de lo mismo, en este caso, la vergüenza por sentir vergüenza, retirando la mirada para no ver la insoportable mirada del otro.

Si pudiésemos reconducir estas reacciones de vergüenza ganaríamos una buena dosis de control sobre la situación. Para ello es aconsejable:

  • Desdramatizar la -falta- o delito- que representa sudar.

  • Controlar la conducta de -apartar la mirada- o de -rebajar- la condena.

g) Se trata de actuar -NORMALIZANDO- la situación, actuando como aquel que tiene media cara quemada o un espectacular grano en la nariz. Miraremos a los ojos al interlocutor, porque mirarle activamente evita que nos sentamos mirados despectivamente. La proximidad conviene que no sea la de quien guarda las distancias (listo para salir huyendo). También hemos de estar preparados para los comentarios impertinentes, y no solo para las miradas. Si a alguien se le ocurre sugerir que hemos bebido más de la cuenta o nos -avisa- que el sudor nos está manchando la ropa o que nos sequemos la cara, en vez de entrar en pánico y adquirir la psicología de víctima atrapada, en vez de eso actuaremos -MINIMIZANDO- el hecho, dando una somera explicación diciendo que tenemos un -ligero problema de sudor-, secándonos o reconociendo que estamos muy acalorados.

h) Hay que dirigir la atención hacia la causa del sudor, en vez de estar obsesionados por el control del los inconvenientes. El poner tanta confianza en un control de estímulos externos (temperatura, ropa, horarios, etc.) es una solución inútil que no da el resultado esperado porque siempre encontraremos -peros- o variantes imprevistas y sorpresas de todo tipo, volviéndonos día a día más pusilánimes, y sobre todo, al descubrir tarde o temprano que el exterior siempre es azaroso, incierto e incontrolable. El control interno, por el contrario, estimula nuestro poder y nos hace recuperar la confianza y está basado en el principio:

— calma => no sudor —

Dejamos tranquilo al sudor viéndolo como un aspecto -decorativo- aunque ingrato de la -ansiedad + vergüenza-. Nos dedicamos a conseguir la calma con los puntos que hemos ido mencionando:

  • No anticipar.

  • Desdramatizar.

  • No autoobservarse.

  • Respirar y relajarse.

  • Normalizar las situaciones.

  • Suprimir las desmoralizaciones (apartado (i)), la rabia y el desánimo  son poco prácticos y además bastante perjudiciales.

Esta calma, como sudorosos incrédulos y desesperados, podemos pensar que no está a nuestro alcance porque son emociones que aparecen -DESPUÉS- que el sudor se ha producido. Esta es la gran equivocación: -la ansiedad- que tenemos produce sudoración, lo que sucede es que una vez que aparece la primera señal ya estamos un poco más allá temiendo lo peor:

Esquema: Podría comenzar a sudar, –noto algo de humedad -> Sólo pensarlo- aumenta la ansiedad y al aumentar la angustia también la humedad -> -Veo que voy a más en vez de a menos, así que hoy será uno de esos días horrorosos ->-. De forma que, por nuestra reacción desesperada acabamos produciendo justo aquello que estamos temiendo.  Para tranquilizarnos, en conclusión, está implicada la estrategia de :

  • No hacer lo que no funciona (conductas contraproducentes).

  • Hacer lo que funciona (conductas de normalización).

El resultado puede ser asombroso, y nos puede llenar de júbilo descubrir que era mucho más fácil de lo que nunca habíamos imaginado, no estamos -condenados- a sudar si aprendemos soluciones basadas en la acción.

i) La desazón, los sentimientos de humillación y merma de autoestima que representan el vernos disminuidos por culpa del sudor, son un conjunto de sentimientos que tienen un intenso impacto emocional. Si lo que nos interesa es la forma de disminuirlo no nos cabe otro remedio que armarnos de valor y afrontar las verdaderas causas, entre las que encontraremos este factor: (i) -de NUESTRA PROPIA REACCIÓN- airada y depresiva. Una forma muy práctica de mejorar las reacciones es multiplicando las actividades de ocio y satisfacción personal, para que de este modo aumente nuestra sensación de capacidad y el optimismo.

j) Valorar la conveniencia de recurrir a la ayuda de un psicólogo profesional experto, que nos ayude a comprender nuestro caso y la forma de adquirir destrezas de control emocional.

Asistencia Psicológica Ramon Llull
José Luis Catalán Bitián 2001-03-04

Artista-Helen Gaudin