La Serenidad


— La Serenidad —

Según el diccionario, una persona serena es apacible,
dulce en el trato y sosegada.

Sin embargo…
¿Se puede recurrir a la serenidad cuando hay que
afrontar problemas personales, laborales, sociales y económicos?

Sin duda, en estas circunstancias lo
más común es sentirse nervioso, irritable o
molesto, pero
justamente es la actitud menos saludable.

Aplicado al ser humano, el concepto de serenidad suele asociarse a la -capacidad de una persona para actuar de manera racional y templada en todo momento-. El sujeto que es sereno, de este modo, no se deja llevar por los impulsos ni por las emociones.

Supongamos se produce un incendio en una casa y una persona queda atrapada en el interior de una habitación, rodeada por las llamas que avanzan por el inmueble. Si el individuo mantiene la serenidad, intentará hallar la salida mientras protege su integridad. En cambio, un hombre que se desespera ante la situación posiblemente se limite a gritar y a realizar acciones que no facilitarán su huida del lugar-.

Cuando nuestro cuerpo se estresa o se agita, se activa automáticamente, generando adrenalina. Esta hormona nos prepara para defendernos, pero -también nos predispone especialmente para atacar-. Cuanto mayor sea la ansiedad, la angustia o el miedo, menos control tendremos para mantenernos -(física y mentalmente) serenos y templados-. No solo eso, sino que, como si de una fórmula matemática se tratara, mayor será la tendencia a precipitarnos, a violentarnos y a estallar al llegar al límite de nuestra tolerancia.

Nunca seremos capaces de entender cuánto daño puede provocarnos la mezcla del dolor físico con el dolor del alma. La serenidad para sobrellevar esa pesada carga es el la única opción, el único remedio que puede aliviar vidas, que a veces están terriblemente frustradas y desesperanzadas.

Hay personas que tienen un carácter sereno, pero hay otras que, por culpa de determinadas circunstancias de la vida como el estrés o situaciones dramáticas, han perdido por completo la serenidad. Por eso, se establece que esas últimas deben tomar medidas para recuperarla en cuanto puedan, pues les ayudará a tener una vida mucho más tranquila.

En concreto, se determina que hay ciertas
pautas y acciones que se pueden desarrollar
en pro de lograr dicha serenidad.

No obstante, entre las más significativas
se encuentran las siguientes:

1.- Lo primero será intentar descubrir qué es lo que está provocando que se haya perdido la serenidad y que se tengan sentimientos de ansiedad, frustración o tristeza.

2.- De la misma manera, es fundamental comenzar a relativizar las cosas y a darle importancia únicamente a lo que la tiene, no crisparse por cualquier nimiedad.

3.- Es aconsejable proceder a realizar actividades que no sólo -despejen- y sirvan para alejarse de la rutina diaria sino también para encontrar esa relajación y la paz interior necesaria.

4- En muchas ocasiones, las personas que se ven aquejadas por una total y absoluta falta de serenidad es porque son muy exigentes, tanto con los demás como consigo mismas. De ahí que sea imprescindible que pongan remedio en ese sentido, ya que un nivel demasiado excesivo en este aspecto traerá consigo tristeza, frustración, rabia, sensación de fracaso…

5.- Disfrutar de los pequeños placeres de la vida es otra medida realmente importante al respecto.

La tranquilidad, la serenidad y la calma, nos ayudarán a
conseguir el beneficioso  lujo de acumular:
— SOSIEGO —

El sosiego nos ayudará a prestar y prestarnos atención, a reflexionar, a meditar de forma introspectiva, observándonos hacia adentro, evaluando nuestro comportamiento. También ayudará a pensar de forma contemplativa, es decir, valorando y apreciando el mundo exterior que nos rodea y sus circunstancias.

— El valor de la serenidad —

De cualquier manera, el sosiego y la serenidad, nos obligarán a estar en conexión con nosotros mismos. Nos invitan a conocernos mejor, a vigilar la cantidad y el sobrepeso que acumulamos de miedos, culpas, ofensas, etc., y que tanto daño nos producen inconscientemente a lo largo de nuestra vida.

De manera irremediable, meditar y  reflexionar nos obliga a serenarnos para apreciar la vida de una manera ecuánime, a considerar nuestras relaciones de forma lucida y a mantener nuestra actitud y pensamiento libres de elementos nocivos.

De manera progresiva, nuestro comportamiento
y también nuestra intención, se alejarán de conflictos innecesarios.

Pero hay algo más importante aún: una vez que seamos capaces de asociar -el dominio de la serenidad, a la capacidad de soportar como compañía nuestra soledad sin dramas, sin escaparnos de nosotros mismos, sin provocar ruidos ajenos con nuestros miedos, entonces  tendremos un gran terreno ganado.

Es así porque quien sea capaz de apreciar y convivir con su soledad, no dependerá del reflejo de otros, ni necesitará perder su autoestima para que le reconozcan lo valioso de su persona. Simplemente habrá aprendido a respetar y respetarse a sí mismo.

La serenidad es una sensación de bienestar que nos permite focalizar las cosas que suceden a nuestro alrededor desde un costado más activo. Las personas serenas logran pensar antes de decidir y no se sienten demasiado asustadas, preocupadas o ansiosas por el porvenir. Tampoco se recuestan en la infelicidad del pasado, ni fantasean posibles catástrofes futuras. En realidad, quienes son más serenos pueden disfrutar de la vida y pensar que podrán, en algún momento, superar los problemas.

Esto no significa esperar que las cosas pasen o mejoren solas.
Por el contrario, se trata de actuar de acuerdo a lo que
cada uno crea mejor para sí mismo y para lo que debe afrontar.

Tener serenidad puede requerir un arduo trabajo personal, pero resulta fundamental para enfrentar las pérdidas y la adversidad-. Y aunque no existe una fórmula para aprender aquellas respuestas serenas que le sirvan, es preciso tener en cuenta la importancia de vivir aquí, ahora y con lo que existe… y cambiar, si de usted depende.

La serenidad no es indiferencia, complacencia ni ignorancia.
Es una virtud saludable que nos abre la posibilidad
de mejorar nuestra calidad de vida.

En épocas difíciles es importante valorar lo que se hace con el tiempo propio. Las personas que se mantienen calmas acostumbran -tomarse su tiempo-; es decir, -se adueñan del mismo y lo usan en forma provechosa para su cuerpo, su mente-. Esta actitud facilita el pensamiento, una herramienta mucho más saludable que la ira. Con el pensamiento y la voluntad acude el discernimiento.

— Ejercitemos la serenidad —

Detengámonos, meditemos unos minutos diarios para ejercitar la calma, la quietud, la paz. Porque la serenidad a veces necesita práctica para que nuestra vida, y la de todos quienes nos rodean, también se contagien de los beneficios de vivir en armonía y sosiego.

La serenidad del alma permitirá ver y
entender
de una manera mucho más clara lo que ha sucedido en
nuestras vidas y lo que está sucediendo.

Alejará la ira y el enfado que a veces nos ciegan y
ayudará a caminar hacia la satisfacción y la felicidad.

Artista-Izabela Krzyszkowska

NOTA IMPORTANTE.
Busque ayuda inmediatamente si:

Se siente abrumado.

Está pensando en hacerse daño o en dañar a otra persona.
Es incapaz de controlar su comportamiento.
Tiene otros síntomas muy angustiantes de trastorno
de estrés postraumático.
Llame a un familiar, no se quede solo.
Llame a su médico.

EN CASO NECESARIO:
Llame a su médico.
Llame al 911 para servicios de emergencia
 o vaya
a la sala de emergencias más cercana.
En un caso de emergencia, puede llamar a:
SAPTEL “Sistema Nacional de Apoyo, Consejo 
Psicológico
e Intervención en Crisis por Teléfono”
(Cruz Roja Mexicana– 24 Hrs.) sin costo

SAPTEL
Av México #37, Hipódromo,
Cuauhtémoc, Ciudad de México.
Teléfono:(55) 52598121
E-mail: saptel.crlyc@gmail.com